Más que alabar los logros académicos de un investigador, o lamentar la perdida de un amigo querido, humilde, sonriente y generoso, solo debemos recordar a un gran ser humano.
Cuando William Breen Murray llegó a Monterrey en 1973, es un joven doctor en antropología que decide quitar los inviernos fríos de Montréal y Chicago (su ciudad natal) que acaba de realizar ciertas prácticas de campos en el sur del estado Nuevo León. La Universidad de Monterrey recien fundada fue su única casa de investigación: ahí no solo implementó clases de antropología médica, también empezó a forjar su trayectoria como especialista del arte rupestre y de la arqueoastronomía en el noreste mexicano. Llegó a ser reconocido internacionalmente por sus aportes, a pesar de sus hipótesis que suscitaron polémicas: Breen interpretó ciertos grabados como cuentas que correspondían al periodo de gestación del venado cola blanco. También consideraba que los grupos de cazadores-recolectores marcaban con representaciones de atlatl o propulsores los puntos de dónde podían disparar sus dardos para matar este animal.
La pericia de "Breen", como solían decirle sus amigos y colegas, fue tal que no hubiera sido posible el nombramiento de la zona arqueológica de Las Labradas en Sinaloa sobre la lista del Patrimonio mundial de la UNESCO. De la misma manera, es difícil pensar que Boca de Potrerillos consiguiera la declaratoria como zona arqueológica sin los repetidos estudios y publicaciones hechos por Breen.
La pericia de "Breen", como solían decirle sus amigos y colegas, fue tal que no hubiera sido posible el nombramiento de la zona arqueológica de Las Labradas en Sinaloa sobre la lista del Patrimonio mundial de la UNESCO. De la misma manera, es difícil pensar que Boca de Potrerillos consiguiera la declaratoria como zona arqueológica sin los repetidos estudios y publicaciones hechos por Breen.
Breen ha destacado para ser un gran amigo en muchos aspectos. Tenía un cantidad innumerable de amigos y no dudaba en crear encuentras y puentes entre investigadores de todo el mundo. Antes del surgimiento de las redes sociales, Breen era una red social en sí! Asesoró cuantiosas tesis de licenciatura, posgrado y doctorado de diferentes índoles en distintas instituciones de educación superior locales y nacionales: antropología, etnohistoria, arqueología, estudios internacionales, psicología, etc.
Cuando conocí a Breen, acababa de llegar en Monterrey y buscaba también trabajo. Quien me lo presentó fue Miriam Hinojosa Dieck, entonces directora del departamento de ciencias sociales de la Universidad de Monterrey. Breen, cuya puerta siempre quedaba abierta en grande, siempre recibía a los estudiantes que requerían asesoría, que sea para sus tesis, sus proyectos de clases, sus viajes de intercambios, etc. En 43 años, Breen ha seguido el desempeño de miles de estudiantes, de los cuales muchos se han convertido también en maestros.
Breen se caracterizaba por un gran curiosidad hacia muchos temas. Por lo tanto se interesó al fidencismo, un culto local al niño Fidencio, tenía una colección de timbres muy nutrida como ex-presidente de la Sociedad filatélica de Nuevo León. Hace un par de año se expuso parte de su colección en la Universidad. También participó a la publicación del primer timbre sobre arte rupestre emitido por Correos de México.
Además era un gran melómano que pasaba sus jueves en la noche en el auditorio de la Universidad Autónoma de Nuevo León para escuchar los conciertos de la Orquesta sinfónica de dicha institución, Breen poseía un amplia colección de LPs de sus compositores favoritos como Chostakovitch ou Chopin. También le encantaba el jazz y Edith Piaf, aunque no pudiera conseguir una versión del Hymne à l'amour que buscaba con harto interés.
Una constante de Breen, por más solterón que fuese, era no quedarse solo. Siempre invitaba, recibía a alguien en su departamento de la colonia Vista Hermosa en Monterrey. Siempre iba acompañado en sus salidas al campo para registrar gráfica rupestre, en sus viajes a otras partes del mundo. De tal manera que resulta imposible decir que Breen era un ermitaño. Ahí debemos hacer un apartado sobre la parte espiritual de su personalidad. En los años cincuentas del siglo pasado, Breen se acercó con el budismo shin con el Reverendo Saito, el cual había sido discípulo del Reverendo Akegarasu. Saito había traducido al inglés una serie de textos de Akegarasu. Hasta el año pasado se concretó la traducción de estos documentos al español que Saito le había encargado a Breen: su título fue El grito de Buda. Breen mismo dijo que, al publicar esta traducción, había cerrado un círculo abierto hace demasiado tiempo y que así pudo cumplir con la tarea que le había encargado el Reverendo Saito. No cabe duda que el budismo shin ha tenido una influencia en su pensamiento. El "Doc" siempre ha sido humilde, precavido en sus afirmaciones.
Si bien tuvo reconocimientos regionales y nacionales, Breen nunca ha buscado la luz para él, reconociendo la labor de los demás, apoyando y echando porras a quienes lo ocupaban o lo necesitaban. Uno llegaba a su departamento y pasaba a la cocina de Breen para elegir el té que quería tomar y empezar así una charla que podía durar horas y terminar en temas muy distantes del propósito inicial. O por si había un juego de los Chicago Bears los domingos o de los Sultanes de Monterrey, nunca faltaba una cerveza fresca al lado del sillón o en la tribuna para disfrutar una buena convivencia con amigos.
Breen se caracterizaba por un gran curiosidad hacia muchos temas. Por lo tanto se interesó al fidencismo, un culto local al niño Fidencio, tenía una colección de timbres muy nutrida como ex-presidente de la Sociedad filatélica de Nuevo León. Hace un par de año se expuso parte de su colección en la Universidad. También participó a la publicación del primer timbre sobre arte rupestre emitido por Correos de México.
Además era un gran melómano que pasaba sus jueves en la noche en el auditorio de la Universidad Autónoma de Nuevo León para escuchar los conciertos de la Orquesta sinfónica de dicha institución, Breen poseía un amplia colección de LPs de sus compositores favoritos como Chostakovitch ou Chopin. También le encantaba el jazz y Edith Piaf, aunque no pudiera conseguir una versión del Hymne à l'amour que buscaba con harto interés.
Una constante de Breen, por más solterón que fuese, era no quedarse solo. Siempre invitaba, recibía a alguien en su departamento de la colonia Vista Hermosa en Monterrey. Siempre iba acompañado en sus salidas al campo para registrar gráfica rupestre, en sus viajes a otras partes del mundo. De tal manera que resulta imposible decir que Breen era un ermitaño. Ahí debemos hacer un apartado sobre la parte espiritual de su personalidad. En los años cincuentas del siglo pasado, Breen se acercó con el budismo shin con el Reverendo Saito, el cual había sido discípulo del Reverendo Akegarasu. Saito había traducido al inglés una serie de textos de Akegarasu. Hasta el año pasado se concretó la traducción de estos documentos al español que Saito le había encargado a Breen: su título fue El grito de Buda. Breen mismo dijo que, al publicar esta traducción, había cerrado un círculo abierto hace demasiado tiempo y que así pudo cumplir con la tarea que le había encargado el Reverendo Saito. No cabe duda que el budismo shin ha tenido una influencia en su pensamiento. El "Doc" siempre ha sido humilde, precavido en sus afirmaciones.
Si bien tuvo reconocimientos regionales y nacionales, Breen nunca ha buscado la luz para él, reconociendo la labor de los demás, apoyando y echando porras a quienes lo ocupaban o lo necesitaban. Uno llegaba a su departamento y pasaba a la cocina de Breen para elegir el té que quería tomar y empezar así una charla que podía durar horas y terminar en temas muy distantes del propósito inicial. O por si había un juego de los Chicago Bears los domingos o de los Sultanes de Monterrey, nunca faltaba una cerveza fresca al lado del sillón o en la tribuna para disfrutar una buena convivencia con amigos.
¡El viajero ha llegado al final del viaje!
En la libertad del Infinito,
está libre de todas las penas:
los grilletes que le ataban
se han roto,
y la fiebre ardiente de la vida
ya no existe.
Extrañare la silueta de Breen al volante de su flamante vocho rojo que tanto cuidaba, sacando la mano para saludar desde la ventana.
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